Se queja Ramón Buenaventura del rechazo que produce en los hispanohablantes americanos cualquier giro del español de España: Somos diferentes, diferentes.
«Esta actitud de rechazo es una descorazonadora señal de cerrazón e incultura, y solo puede explicarse por esa actitud de rechazo general a España (les robamos el oro, violamos a sus mujeres, los matamos a puñados) que con tanta frecuencia encontramos en individuos llamados Pérez, Gómez, Fernández o incluso Cervantes o Quevedo, descendientes quizá de los españoles de América que se independizaron de Fernando VII a principios del siglo XIX. La actitud correcta, creo, en este caso, la tienen los anglohablantes. Si uno tropieza con variaciones desconocidas del propio lenguaje, lo suyo es encontrarles la gracia y el motivo, ver si pueden enriquecer nuestro propio acervo, hallarlas feas o guapas, pero no cubrirlas de insultos porque no son «nuestras».»