Su madre le regaló unas tetas nuevas por sacarse el Bachiller. Veinte años después escribe su periplo con esas nuevas y extrañas prótesis ajenas a ella. Magnífica Silvia Córdoba: Mi teta izquierda.
«Tímidamente, y después de mucho rato, me decidí por el tamaño que seguía al más pequeño: 125 gramos, pues era claro que yo no estaba interesada en ser voluptuosa; simplemente quería tener tetas, llenar los vestidos de baño y ponerme brasieres lindos, pues a mis diecisiete yo pesaba 47 kilos, y 250 gramos de silicona en el cuerpo podrían significar un inmenso contraste.
Todo se hizo con misterio. Mis amigos no se enteraron, pero tuve a mis ocho tías pioneras en siliconas dándome consejos y explicándome cada uno de los cuidados para la recuperación, además de mi mamá, que también se las había puesto un par de años antes.»