La gallina ciega es uno de esos libros que mientras no lea llevaré en la parte del cortex cerebral dedicada a los remordimientos pesando como una losa. No sé por qué. Quizás es por esa sensación de que hay muchos olvidados de la última república que necesitan ser escuchados, leídos, denigrados al menos.
José Luís García Martín habla en
Un republicano de Max Aub, uno de esos derrotados de cuya pérdida para la cultura todos participamos un poco: “Insoportable y fértil Max Aub, al que algunos ahora querrán canonizar. No se dejará. Afortunadamente.”