Carlos Acevedo reflexiona sobre una cierta deriva del periodismo cultural de aires “buenrollistas” que, quizás, incumplen su función principal. Todo lleno de chivatazos.
«Ha llegado la hora de desvelar mi plan: si traigo a colación dicha diatriba es porque mientras leía éste punto en particular he recordado un artículo de Maximiliano Tomas, ex editor del suplemento cultural del diario Perfil de Argentina. Cito.
Existe algo así como un subgénero del periodismo que podríamos llamar el periodismo cultural buena onda. Para él, todas las noticias son dignas de celebración: la publicación de un nuevo libro, la presentación de una nueva editorial, la participación de un grupo de escritores argentinos en una nueva feria internacional.
Ahora, avispado lector, cambie desde “la participación de un grupo…” por, yo qué sé, “la aparición un nuevo actante en el campo de los tebeos” o, por qué no, “la aparición de una opera prima de alguien a quien sigue en las redes sociales (también hace lo mismo con la editorial y sus editores)”. Bueno, tampoco hay por qué exagerar, dejémoslo en “la aparición de la obra de un autor novel”.»