Ayer echaron al director del festival de cine de Gijón, José Luis Cienfuegos, quien consiguió dar renombre internacional y prestigio enorme al certamen. Lo echaron porque sí, por alguna nauseabunda razón política. O, como dice Luis Martínez, Por hacer las cosas bien.
«Probablemente el único mérito de su director todo este tiempo haya sido hacer las cosas bien, con sentido. Y, claro, pocas cosas tan sospechosas como la cordura. Quizá por ello, el Gobierno asturiano de Álvarez Cascos ha decidido dar un nuevo impulso al festival para que el “audiovisual asturiano” (sic) adquiera el lugar que probablemente merece. Es decir, de repente, la galeria de arte Marlborough decide, por poner un símil cercano a algunos, dedicarse a la artesanía de la cuenca del Nalón, por decir algo.
A un lado el tufo provinciano de las palabras del consejero de Cultura; a un lado, el mal tono del nuevo director (“Cuando desaparezca Cienfuegos, el festival seguirá creciendo”, escribió en Facebook durante la pasada edición del festival); a un lado, la chapuza del procedimiento (el ya ex director fue avisado minutos antes de que era destituido); a un lado, la ingratitud, la estupidez y la ignorancia; a un lado, todo lo que bien estaría que se mantuviera a un lado, queda todo lo demás; es decir, la firme voluntad de hacer las cosas mal, de cualquier manera, a la española.»