Esta es la historia de Jim Thin, un hombre que escribe muy bien sobre videojuegos, que un buen día decidió teorizar sobre ellos pero, ay, no lo consiguió porque ellos no querían. Teorías frustadas. Todo lo que se me ocurre me suena horrible.
«Así que ese es el problema. Al no jugar no hay ideas, al no haber ideas no hay texto, no hay teoría, no hay inspiración (de NBA y videojugos deportivos, sí, pero eso es largo, eso es el futuro). Ese es, quiero decir, el problema que había, porque aquí el que escribe y llora siempre se da cuenta de la solución mientras escribe, pero no por ello deja de llorar. La solución es Portal 2, es jugar diez minutos al azar y tener diez textos sobre los que querer escribir con sobrada excitación; pero esa opción es demasiado sencilla. La solución, a la que voy a recurrir ahora mismo, es imbuirse en uno de esos juegos indie que hacen gala de la tremenda originalidad que yo echo en falta (y que, cierto es, siempre me han dado algo sobre lo que reflexionar), a poder ser en un smartphone, para comprobar la veracidad del apocalíptico futuro que se augura a las consolas de sobremesa. Si fuese, además y para terminar, un metajuego sobre la crítica y su importancia en la industria, la industria en si… sería redondo, un milagro de último segundo, idóneo dadas las circunstancias. Pero la vida no es tan bonita, y Game Dev Story no se juega en una tarde.»