Ken Johnson escribe sobre el momento en que, en el Renacimiento, comenzaron a pintarse retratos de personas de importancia menor: El personalismo durante el Renacimiento.
«Antes del siglo XV, a nadie se le habría ocurrido crear un retrato de una persona cuya importancia dentro del contexto más amplio era de escasa significación.
Los retratos eran para los reyes, los papas, los santos y otras luminarias, y sus imágenes estaban destinadas a una exposición oficial, más o menos pública, en lugares como iglesias y tumbas.
En el siglo XV, empero, debido en gran medida a la expansión y el enriquecimiento de una clase mercantil, surgió un mercado para imágenes de miembros de la familia destinadas a ser expuestas en su propia casa.»