La escritora argentina Claudia Piñeiro pone en relación el aforismo nietzscheano «di tu palabra y rómpete» con una posible actualización de estado en el tiempo de las redes «di tu palabra y suma seguidores». A partir de ahí, escribe y reflexiona sobre el valor de la palabra, el del silencio, el del emisor, el de la duración en el tiempo de lo dicho en las redes y en el mundo de la vida. Sin desperdicio.
«En mi casa el silencio tenía una presencia perturbadora. Cuando mi padre se enojaba con cualquiera de nosotros, o con él mismo, o con la vida, o con algo que ni él sabía qué era, nos dejaba de hablar por varias semanas, dos o tres, las que le hicieran falta hasta poder volver de ese lugar donde no había palabras. Siempre lo tomé como un castigo, incluso como un castigo inmerecido, injusto: mi padre no nos hablaba por algo que no sabíamos qué era y de lo que no podíamos defendernos. A esta altura de mi vida tengo algunas dudas al respecto. Tal vez él no buscaba castigarnos sino un refugio, encontrar en el silencio dónde protegerse de aquellas palabras que inevitablemente diría y que sentía peligrosas, para él y para nosotros. Se obligaba a no decir. Se escondía en el silencio y esperaba.
Hoy la espera en el silencio no parece posible. Se interpretan rápidamente las intenciones de los otros, los motivos de un suicidio, la resolución de un caso policial.
Se dice, se rompe y se vuelve a decir, las veces que haga falta.»