Íñigo Sáenz de Ugarte intenta hacer un análisis más o menos completo de qué significa, interna y externamente, la decisión del Reino Unido de mantenerse aislado de los planes de la “nueva” Unión Europea. El no tan espléndido aislamiento de Londres.
«Los liberales demócratas —socios de los tories en el Gobierno de coalición— tienen dos principios muy arraigados en el ideario del partido: la reforma electoral y el europeísmo. Lo primero se hundió sin remedio con la derrota en el referéndum del sistema de voto alternativo. Lo segundo vende muy poco en el Reino Unido, aún menos en esta época de crisis profunda de la eurozona. Pero la ruptura de todos los puentes con Bruselas y la euforia de los euroescépticos suponen una agresión directa al corazón de los LibDem, que una vez se preguntan para qué están en este Gobierno. La guerra de Cameron contra la UE se convierte así de forma instantánea en una guerra civil del Gabinete. Por eso, tanto a Cameron le conviene tranquilizar a los liberales.
No es que el Gobierno esté a punto de saltar por los aires. El partido de Clegg, hundido en los sondeos, no se lo puede permitir. Un clima de hostilidades permanentes puede debilitar al Gabinete, y por tanto al primer ministro.»