Magnífica la entrevista que Andrés Oliva y Daniel de Partearroyo hacen al cineasta Francisco Regueiro, uno de los directores más malditos del cine español —¡no tiene ni página en la Wikipedia!—, director entre otras de la gran Madregilda. Entrevista a Francisco Regueiro.
Una de tus pocas películas que se ha rescatado recientemente en DVD (aunque no en una edición a la altura) es, casualmente, una de las que más nos gusta de tu filmografía: El buen amor. ¿Cómo abordaste el que fue tu debut en el largometraje?
Lo hice yo todo: escribí la historia, el argumento, el guión y tuve que organizar la fotografía y los encuadres. Los técnicos no estaban acostumbrados a valorar ese trabajo y se creían que era cosa suya, cuando es la manera de expresión de los directores. Algo que en buena medida es culpa de los directores. Mi compañero Basilio Martín Patino tardó dos o tres años en hacer la de Nueve cartas a Berta y, por ejemplo, a Fernando Fernán Gómez se le ve mucha fatiga a la hora de colocar la imagen y rodar. Sin embargo, en El buen amor hay diversión. Una gozada. El viaje de la película no fue preparado, era el mismo que se hacía a Toledo. La hice así, viajando allí, estando allí. Como luego he hecho todas mis películas. Para mí es muy fundamental conocer el espacio. Ahora todo el mundo adora esa película, la descubre, lo cual me parece bien, pero en su momento fue absolutamente descuidada. Mis mejores amigos hicieron unas críticas salvajes. Tremebundo. Hace cincuenta años que no la veía y realmente me he asombrado. Estas cosas te dan tanta vida… Poder decir “lo hice bien“, “lo disfruté“, que es lo fundamental. Sin más historias.