Una emocionante y muy personal despedida del gran jugador brasileño Sócrates, por el periodista deportivo Martín Perarnau. El fútbol presocrático.
«Por lo general, Soteras era como Sócrates: pausado y continuo. Pero aquél día embraveció. Señalaba jugadores sin parar: fíjate en Zico, en cómo conduce el balón; fíjate en Falcao, qué visión panorámica tiene; fíjate en Toninho Cerezo, como está siempre en el sitio adecuado; fíjate en Junior, qué portento arriba y abajo. Pero cuando Sócrates se acercaba al balón, Soteras callaba. El estadio rugía y el maestro callaba. Se hacía el silencio a su alrededor porque no había palabras para definir la jerarquía física, táctica, e incluso moral, que ejercía Sócrates sobre el césped. Era un caudillo pacífico, sin pinturas de guerra ni alaridos. Su rostro agrietado y la melena de evangelista le otorgaban un aura misteriosa. No estaba: aparecía y, entonces, se hacía la luz.»