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Cervantes gana el premio Nicanor Parra de las Letras Hispánicas

Nicanor Parra es para mí uno de esos poetas que, sin renunciar a su poesía, me interesa más el discurso en torno a ella, su postura de intelectual. Les dejo aquí la recopilación que la revista Babab hace de artículos y entrevista sobre el poeta chileno: Cervantes gana el premio Nicanor Parra de las Letras Hispánicas.

«CC – Pero el lenguaje antipoético tiende a ser leído por la crítica como un “estilo” y no como una propuesta estética general. ¿A qué adjudicaría usted una lectura así de la antipoesía?

NP – En cuanto a lo primero hay que decir que, naturalmente, el habla de la antipoesía no es cualquier tipo de habla. Tiene que ser un tipo de habla muy eficiente, muy dinámica y sintética, de ahí su singularidad. En cuanto a que la antipoesía no sea leída como una conquista del habla tiene que ver, me parece a mí, con lo que dice Andrew P. Debicki en su libro Poetas Hispanoamericanos Contemporáneos. Ahí este crítico norteamericano afirma que a partir de cierto momento el instrumental de la crítica tradicional no sirve para el estudio de la nueva poesía, de la antipoesía. No sirve. De manera entonces que lo que hay que hacer es crear una nueva crítica. La que existe está bien diría yo, para la poesía modernista, para ese tipo de poesía, pero para la poesía conversacional o para la antipoesía no sirve. No puede servir porque desde la partida ellos declaran que el lenguaje poético es un lenguaje particular, en cambio acá, no, ¿te fijas?»

Marcos Taracido | 03/12/2011 | Artículos | Poesía

Comentarios

  1. rolando gabrielli
    2011-12-07 16:13

    Muy interesante tu nota Marcos y lo del esxperto en Parra. La obra de Parra se ha comentado mucho en Chile y por algunos críticos norteamericanos. Neruda presentó Poemas y Antipoemas. Esta nota es vieja, epro actualizada. Un cordial saludo para ti y tu excelente Libro de Notas.
    La película de Nicanor
    “¿Qué vamos a hacer cuando no esté Parra? Es la única máquina folladora de su imagen irrepetible, contestaría, lúdica, antipoética, lúcida, absolutamente arbitraria, parriana con partida de nacimiento. Nicanor Parra, autor de Poemas y antipoemas, Versos de salón, Obra gruesa y La cueca larga, entre otros libros, es un personaje oleado y sacramentado en la gloria, un poeta chaplinesco, hijo del cine mudo, cuyo reinado poético se extiende hace décadas en la pobre Capitanía de Chile, jamás regida por rey alguno. Parra, a sus casi 95 años, se niega hacer mutis por el foro, y se asoma a la platea poética a teatro lleno y dice: Sigo siendo el Rey. Sólo sale de su casa a Isla Negra, cuando va a la casa de Neruda y hace de cicerón para ilustres visitantes. El viejo Hamlet de San Fabián de Alico demuele su propia sonrisa, si es necesario, en la solemnidad potente de su ironía. Sus maestros, Kafka y Chaplin, recrean su atmósfera frente al océano Pacífico como si el mundo esperara una última ola.

    Yo no escribo para canonizarlo, ni darle los últimos sagrados óleos, santificarlo ni llevarlo a la cruz o someterlo a la crítica, porque todo eso ya lo vivió el antipoeta que ya ascendió al Olimpo. Parra sólo necesito un pizarrón negro para escribir la antipoesía, advertirnos que las palabras son según el espejo con que las miremos y valen por lo que nunca fueron antes y nunca significan lo mismo. Eso es poesía, aunque él quería convertir en escombros el pasado lenguaje de la poesía, pero lo que está escrito viene de muy atrás, casi antes del principio y este género viejo está en continuo movimiento y cada época tiene sus propios ventrílocuos, tejedores de una palabra nueva, poetas que miran la rosa como si ya no tuviera espinas.

    Parra tal vez viene de vuelta pedaleando por la angosta faja de la poesía, con su mochila y antorcha de Gran Sacristán, leyendo al revés la Biblia, enseñando su catecismo sin Dios ni ley, viendo la interminable carretera que le espera, con su río de palabras va a la mar. Así como él le sobrevivió a Neruda, otros le sobrevivirán a él y la poesía seguirá el viejo y eterno curso de las palabras. Parra es un himno de una nueva memoria.

    La máquina de follar antipoesía parriana pareciera intacta, porque no sólo se trata de la palabra escrita, sino de todo el andamiaje parriano, su escenario visual, exterior, privado, secreto, sus antiguas y más modestas performances, todos los recursos histriónicos del viejo juglar. ¿Qué sería de Parra sin Parra? ¿El maestro le pregunta al discípulo?

    Quienes no conocen personalmente a Nicanor Parra o han leído de paso su poesía o no han puesto cuidado en sus últimos movimientos de hace más de medio siglo, no podrán comprender cuánto ha trabajado y sudado el hombre para llegar hasta donde está. Se decidió en medio de un camino espinoso, cuesta arriba, encumbrado, rodeado de varios escaladores más y de uno que había llegado al Everest de la poesía. Parra es un maratonista de largo aliento y ha estudiado cada uno de sus pasos, movimientos y gestos, y trabajado su poesía como si Dios sólo lo hubiese autorizado a él. No se detuvo más desde que escribió Poemas y antipoemas hace 55 años. Decididamente se montó en la montaña rusa de la poesía y en sus propias palabras. Su propósito era no dejar títere con cabeza. Avanzó a diestra y siniestra, sin contemplaciones, por una autopista sin semáforos. Recuerdo cuando Mario Benedetti llegó a Chile en el 69 y lo entrevistó con motivo del Premio Nacional de Literatura. Benedetti concluyó que Parra era un candidato al suicidio, a pesar de su euforia, mantenía un ácido humor negro. Tres años más tarde, inauguraría sus delirantes Artefactos, unos nudos ciegos que se abrían en sus perfectas contradicciones, pulsaciones para detonar en los sentidos del lector. Los vi construir en sus enormes cuadernos con esa letra champollioniniana, algo infantil, de huaso sin letra, pero muy versado. Parra había entrado por la puerta de la cocina con su nueva poesía, cocinada en su fábrica de demolición del establecimiento. Parra sobrevivió a su siglo, entró en el XXI cargado de gloria y se quedó en Chile los 17 años y medio de la negra oscura dictadura, donde la poesía vivía en una cama de faquir. Parra no ha estado sólo en el escenario poético chileno después de la muerte de Neruda. Gonzalo Rojas, Lihn, Teillier, Anguita, Hahn, Millán, Uribe Arce, Barquero, han sido las cabezas más visibles de ese período, que incluye este siglo, aunque algunos no llegaron. Creo que a Parra y a la poesía del habla castellana y a España, le hacen falta que le otorguen cuanto antes el Premio Cervantes.”
    28 de agosto 2009, Rolando Gabrielli

  2. rolando gabrielli
    2011-12-07 16:14

    Muy interesante tu nota Marcos y lo del experto en Parra. La obra de Parra se ha comentado mucho en Chile y por algunos críticos norteamericanos. Neruda presentó Poemas y Antipoemas. Esta nota es vieja, epro actualizada. Un cordial saludo para ti y tu excelente Libro de Notas.
    La película de Nicanor
    “¿Qué vamos a hacer cuando no esté Parra? Es la única máquina folladora de su imagen irrepetible, contestaría, lúdica, antipoética, lúcida, absolutamente arbitraria, parriana con partida de nacimiento. Nicanor Parra, autor de Poemas y antipoemas, Versos de salón, Obra gruesa y La cueca larga, entre otros libros, es un personaje oleado y sacramentado en la gloria, un poeta chaplinesco, hijo del cine mudo, cuyo reinado poético se extiende hace décadas en la pobre Capitanía de Chile, jamás regida por rey alguno. Parra, a sus casi 95 años, se niega hacer mutis por el foro, y se asoma a la platea poética a teatro lleno y dice: Sigo siendo el Rey. Sólo sale de su casa a Isla Negra, cuando va a la casa de Neruda y hace de cicerón para ilustres visitantes. El viejo Hamlet de San Fabián de Alico demuele su propia sonrisa, si es necesario, en la solemnidad potente de su ironía. Sus maestros, Kafka y Chaplin, recrean su atmósfera frente al océano Pacífico como si el mundo esperara una última ola.

    Yo no escribo para canonizarlo, ni darle los últimos sagrados óleos, santificarlo ni llevarlo a la cruz o someterlo a la crítica, porque todo eso ya lo vivió el antipoeta que ya ascendió al Olimpo. Parra sólo necesito un pizarrón negro para escribir la antipoesía, advertirnos que las palabras son según el espejo con que las miremos y valen por lo que nunca fueron antes y nunca significan lo mismo. Eso es poesía, aunque él quería convertir en escombros el pasado lenguaje de la poesía, pero lo que está escrito viene de muy atrás, casi antes del principio y este género viejo está en continuo movimiento y cada época tiene sus propios ventrílocuos, tejedores de una palabra nueva, poetas que miran la rosa como si ya no tuviera espinas.

    Parra tal vez viene de vuelta pedaleando por la angosta faja de la poesía, con su mochila y antorcha de Gran Sacristán, leyendo al revés la Biblia, enseñando su catecismo sin Dios ni ley, viendo la interminable carretera que le espera, con su río de palabras va a la mar. Así como él le sobrevivió a Neruda, otros le sobrevivirán a él y la poesía seguirá el viejo y eterno curso de las palabras. Parra es un himno de una nueva memoria.

    La máquina de follar antipoesía parriana pareciera intacta, porque no sólo se trata de la palabra escrita, sino de todo el andamiaje parriano, su escenario visual, exterior, privado, secreto, sus antiguas y más modestas performances, todos los recursos histriónicos del viejo juglar. ¿Qué sería de Parra sin Parra? ¿El maestro le pregunta al discípulo?

    Quienes no conocen personalmente a Nicanor Parra o han leído de paso su poesía o no han puesto cuidado en sus últimos movimientos de hace más de medio siglo, no podrán comprender cuánto ha trabajado y sudado el hombre para llegar hasta donde está. Se decidió en medio de un camino espinoso, cuesta arriba, encumbrado, rodeado de varios escaladores más y de uno que había llegado al Everest de la poesía. Parra es un maratonista de largo aliento y ha estudiado cada uno de sus pasos, movimientos y gestos, y trabajado su poesía como si Dios sólo lo hubiese autorizado a él. No se detuvo más desde que escribió Poemas y antipoemas hace 55 años. Decididamente se montó en la montaña rusa de la poesía y en sus propias palabras. Su propósito era no dejar títere con cabeza. Avanzó a diestra y siniestra, sin contemplaciones, por una autopista sin semáforos. Recuerdo cuando Mario Benedetti llegó a Chile en el 69 y lo entrevistó con motivo del Premio Nacional de Literatura. Benedetti concluyó que Parra era un candidato al suicidio, a pesar de su euforia, mantenía un ácido humor negro. Tres años más tarde, inauguraría sus delirantes Artefactos, unos nudos ciegos que se abrían en sus perfectas contradicciones, pulsaciones para detonar en los sentidos del lector. Los vi construir en sus enormes cuadernos con esa letra champollioniniana, algo infantil, de huaso sin letra, pero muy versado. Parra había entrado por la puerta de la cocina con su nueva poesía, cocinada en su fábrica de demolición del establecimiento. Parra sobrevivió a su siglo, entró en el XXI cargado de gloria y se quedó en Chile los 17 años y medio de la negra oscura dictadura, donde la poesía vivía en una cama de faquir. Parra no ha estado sólo en el escenario poético chileno después de la muerte de Neruda. Gonzalo Rojas, Lihn, Teillier, Anguita, Hahn, Millán, Uribe Arce, Barquero, han sido las cabezas más visibles de ese período, que incluye este siglo, aunque algunos no llegaron. Creo que a Parra y a la poesía del habla castellana y a España, le hacen falta que le otorguen cuanto antes el Premio Cervantes.”
    28 de agosto 2009, Rolando Gabrielli


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