Silvia Portorrico toma un té con Franco Vaccarini y le hace una buena entrevista que nos acerca a este prolífico escritor argentino.
«¿Tuviste alguna vez la sensación de leer algo que transformara tu visión del mundo y de la vida?
La iniciación literaria carece de espectacularidad, no es un concierto de rock, ni un relámpago, ni una visión. Es un proceso pasmosamente lento. Podría mentir y decir que fue transformadora la lectura de un determinado libro o la visita que le hice a Borges a los dieciocho años, alguna charla o entrevista con Abelardo Castillo, el taller con Hebe Uhart. Lo cierto es que si busqué a esos íconos es porque algo había ocurrido antes. Y eso anterior fue perderme de tarde en tarde en el modesto laberinto de la biblioteca familiar, en el calor que provenía de esos estantes polvorientos, del que surgió, para mí, la sal de la vida. O ver a mi padre escribiendo a la luz de un farol o a mi madre llenando crucigramas a medianoche, para conservar la memoria, según ella. Yo no sé si se puede amar a un libro; a un objeto. Sí creo que se puede articular a partir de leer libros un modo de pertenecer al mundo, de hacer amigos, de aprender a expresarse, a través de esa doble mirada: la que observa lo que hay alrededor y lo inaccesible, lo que está remotamente escondido dentro nuestro.»