Dicen que, si no te resistes, la muerte por congelación es dulce. Eso aplica Alberto Ruy-Sánchez a su insomnio, que lejos de convertirse en una pesadilla convierte en un tiempo de aprovechamiento y placer: Elogio del insomnio.
«¿En qué se me convierte ese tiempo? En una legión de presencias que me hacen sentir poblada mi soledad nocturna. Los sonidos de la noche mezclados con los de mi sangre me ofrecen una música tenue, una alegría tranquila. Al extenderse en la oscuridad esa música puede cambiar su intensidad y parecer un oleaje o una lluvia tropical. Pero siempre regresa a su calma. Es el ritmo de la noche que, no sé exactamente desde cuándo, se me convirtió en un ritmo de palabras. Mis insomnios están poblados de diálogos imaginarios, lecturas, invenciones, presencias, poesía. Pero también de sonidos intraducibles.»