Juan Gil habla del proceso de escuchar como algo que puede estar conectado muy profundamente con las emociones, a un nivel más complejo que el más evidente y superficial. Escuchas profundas.
«El acto de escuchar ha centrado buena parte de las reflexiones sobre las que se asienta la creación sonora contemporánea. Escuchar supone situarse y proyectarse, en tanto que acción, mientras nos sumergimos en un magma de oscilaciones sonoras que no sólo se dirigen a nuestros tímpanos sino que afectan a todo nuestro cuerpo. Como explican Gilbert and Pearson, las cualidades de las ondas sonoras y su rango de frecuencia le confieren una “materialidad” próxima al tacto, una “corporalidad” visceral de la que carecen aquellas vinculadas a la vista (Gilbert, Jeremy y Pearson, Ewan: Dance music, culture and the politics of sound). El sonido se muestra así como una “resonancia siniestra” cuya localización es “ambigua y cuya existencia en el tiempo es transitoria” (Toop, David: Sinister Resonance), que si bien nos toca, es intangible.»