Son extraordinarios los textos futboleros de Dadan Narval en Diarios de Fútbol, siempre con ese poso de nostalgia y romanticismo. En Un domingo echa la vista atrás para recordar las tardes dominicales vividas en su niñez en San Mamés.
«La tristeza llegaba anunciada por los tres pitidos que el árbitro entonaba en el minuto noventa y algo. Cuando después de dar por terminado el encuentro con aquel sonido, el trencilla se giraba y estirando ambos brazos señalaba el túnel de vestuarios y los jugadores lo enfilaban en consecuencia (felices o cabizbajos, dependiendo del resultado), a mi mente acudía la imagen que me esperaba al día siguiente: los niños desfilando por el pasillo a través del cual se accedía al colegio. Entre ellos yo. Pero a diferencia de los jugadores de fútbol, nuestra actitud no dependía del resultado. Los lunes a las ocho de la mañana siempre se estaba derrotado.»