Ferran Requejo: “El mayor atractivo del republicanismo está vinculado hoy a la noción de libertad, entendida como ausencia de dominación, más que como ausencia de interferencias. En contraste con la versión liberal de libertad, moralmente menos exigente, según la cual ser libre consiste en preservar un ámbito privado en el que no se produzcan invasiones ni de los poderes públicos ni de los otros individuos, la libertad republicana apuesta por remover todas aquellas situaciones de dominación no justificadas (entre individuos, géneros, etnias, naciones, etcétera). Así, de acuerdo con esta concepción, podemos no ser interferidos y al mismo tiempo no ser libres. Ello conlleva una apuesta por democracias más participativas que reduzcan la distancia entre representantes y representados, por ejemplo, con el uso habitual del referéndum y la iniciativa legislativa popular. Promover unos ciudadanos “virtuosos”, provistos de un sentido claro de la moralidad pública, y aumentar los procedimientos de participación y de control sobre los gobernantes, son aspectos centrales del “programa” republicano.” El republicanismo.
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Creo que ha llegado la hora de que nos planteemos una vida pública más intensa. Es algo que llena de terror a los partidos políticos, acostumbrados a hacer sus cositas sin apenas interferencia ciudadana. Esa resignación (des)consoladora en que todos los políticos son iguales, que desactiva cualquier iniciativa, debe desaparecer. Quien habla así es cómplice. La reciente avalancha de voluntarios en la crisis ecológica de Galicia demuestra claramente que la ciudadanía, lanzándose a la acción, puede poner en evidencia las carencias del actual sistema político. Ahora sólo falta cambiarlo.
Y no quiero decir que nos escribamos otra Constitución. Con desarrollar la que tenemos ya se produce un cambio sustancial. Hay que reformar la ley que regula la financiación de los partidos, la ley electoral, el sistema de justicia, y el senado, sólo para empezar.
(Añado a estas reformas necesarias otra que a mí me preocupa especialmente, pensando a medio y largo plazo: hay que hacer una ley de mecenazgo efectiva, abierta y clara, que permita e incentive la participación ciudadana en la financiación de la investigación científica y de la cultura. Sin eso, es imposible que seamos competitivos, creemos nuevas empresas y claro, empleo. O sea que o nos movemos, o ya podemos cambiar las universidades por escuelas de hostelería: seremos los camareros de Europa, por lo menos hasta que salgan otros más baratos, luego pasaremos directamente a la emigración.)