Paco Urondo fue un destacado escritor argentino. Su vida fue truncada por los militares en 1976. La reciente condena de sus victimarios hace pública la realidad vivida por una de sus hijas. Es una historia de eso que el uruguayo Marcelo Viñar llama «fracturas de la memoria». La entrevista a Angela Urondo que publica el diario Página 12 nos habla de cómo permanecen heridas abiertas y de lo difícil que es que puedan llegar a cerrarse.
«–¿Y de tu papá no decían nada de nada?
–No había lugar para preguntar. Yo no preguntaba. Fui a vivir con esa familia cuando todavía no sabía hablar y ellos nunca me enseñaron a hablar sobre este tema, a hacer preguntas sobre este tema, no me enseñaron palabras que pudieran abordar este tema. Y yo no preguntaba.
[…]
–También hay una crítica tuya a la supuesta moral de las organizaciones armadas, porque a ellos se los cuestionó como pareja.
–Creo que mis padres fueron leales hasta último momento con la organización y la organización no les fue igualmente leal, por el hecho de que mi papá inicia una relación con mi mamá sin haberse separado de otra mujer. Ella se entera, se enoja y lo manda a enjuiciar. Y ella estaba a cargo de toda la rama femenina de Montoneros, era una mujer con mucho poder. A mi papá le hacen juicio revolucionario y se decide su traslado a Mendoza a pesar de que él había pedido que no lo mandaran a Mendoza o a Santa Fe porque eran lugares donde había vivido y lo podían reconocer. No era su deseo dar la vida, pero no se descomprometió de la situación. Creo que algún día después de que todos los genocidas estén presos y que esté claro que ellos son los genocidas, habría que hacer algún tipo de revisión, creo que nos deben alguna explicación sobre la desprotección.»