Ha muerto Steve Jobs. Si no hubiera existido el mundo seguiría casi igual; lo que habrá que valorar es el peso de ese “casi”. Lola Galán escribe un completo obituario: Se marcha el mago.
«Jobs tenía el don de anticiparse a los deseos de los consumidores. Lo consiguió con los ordenadores iMac, con el iPod, con el iPhone, con el iPad, productos que han conformado la fisonomía de nuestro mundo. La gente, creía, no está en condiciones de saber cuál será el siguiente producto estrella. Por eso le gustaba la frase de Henry Ford, el hombre que hizo del automóvil un producto de consumo masivo: “Si les hubiera preguntado a mis clientes lo que querían, me habrían dicho: ‘Un caballo más rápido”.»