Álvaro Ojeda pasa revista a la vida y obra de Enrique Santos Discépolo (1901-1951) en el artículo La Biblia y el calefón. Nota en la que también nos aproximamos a las raíces poéticas del tango rioplatense.
«En 1929 escribirá la letra y la música del tango ‘Soy un arlequín’ que es la síntesis de esta decepción profunda acerca del perdón (tanto del que perdona como del perdonado) convertida en lema de vida. El tratamiento, que a veces es misógino y a veces sarcástico, denuncia la permanente sorpresa del hombre bueno ante la ingratitud de sus semejantes: ‘Soy un arlequín/ un arlequín que salta y baila/ para ocultar/ su corazón lleno de pena./ Me clavó en la cruz/ tu folletín de Magdalena/ porque soñé que era Jesús/ y te salvaba.’ El mensaje evangélico de la conversión a partir del amor se arruina, la emulación de Jesús ya no es suficiente, y la pecadora arrepentida no desea la santidad sino la supervivencia confortable. La crucifixión convertida en folletín. El poema termina con un verso atroz: ‘Cuánto dolor que hace reír‘».