Piensa Noel Ceballos que la industria de los videojuegos tal y como la conocemos está sufriendo un lento e inexorable proceso de transformación. La desintegración secreta.
«Poole cita en su columna unas declaraciones de Mike Capps, presidente de Epic: “Si hay algo que nos está matando, son las apps de un dólar. ¿Cómo le vendes a alguien un juego de sesenta dólares (65-70 euros en nuestro mercado) que realmente valga la pena? Están acostumbrados a pagar 99 centavos”. Las aplicaciones para móviles, los juegos para redes sociales y el Flash son un ejemplo de videojuegos que sí siguen el signo de los tiempos: le ofrecen al usuario una única prestación, precisamente la prestación que está buscando. Este podría ser el secreto del éxito de Angry Birds, un título que satisface (y cómo) tu necesidad de destrozar cosas. Y nada, absolutamente nada más. Es un regreso a la era de los ocho bits, y en cierto sentido podría suponer el fin de la sorpresa, de lo inesperado, de esos volantazos genéricos que caracterizaron a los mejores títulos de la pasada generación.»