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¿El fin de la gran muralla?

La expansión y apertura a Occidente de China va más allá de lo económico, con mucho que ofrecer en el plano cultural. Carles Prado-Fonts hace un repaso de la literatura China que comienza a conocerse aquí: ¿El fin de la gran muralla?.

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FA lo largo de los últimos años se ha producido una destacable llegada de autores chinos contemporáneos a nuestra literatura. Se trata, sin duda, de una excelente noticia, ya que la traducción no solo da vida a una obra fuera de su estricto contexto lingüístico, sino que fortalece el sistema cultural receptor, que se convierte así en más heterogéneo y completo. La vida eterna que, como predicaba Walter Benjamin, otorga una traducción a su original y que lo acerca a su pleno significado, tiene, aparentemente, más de un beneficiario.
La traducción de autores como Yu Hua, Mo Yan, Han Shaogong, Wang Anyi o Su Tong –plumas que en China aúnan el reconocimiento de crítica y público, y que en el extranjero han recibido ya algún que otro premio– colma un vacío importante en la literatura en lengua castellana que, a inicios del siglo xxi, había llegado a ser tan inexplicable como sonrojante. En cierto modo, pues, el desembarco de estos autores de calibre universal a nuestras editoriales es una noticia tan reseñable porque, hasta ahora, el panorama era francamente desolador.
Las recientes traducciones han conformado ya un selecto catálogo de autores chinos contemporáneos muy notable, a pesar de que son obras habitualmente poco visibles en los estantes de nuestras librerías y autores con esporádica presencia en la prensa, más allá de algún que otro artículo panorámico o de alguna reseña o entrevista puntual, a menudo gracias a la visita del autor en esforzada promoción. Hasta cierto punto, se trata de una invisibilidad comprensible: más allá del –minoritario pero creciente– público especializado que se interesa activamente por esta literatura, para el lector corriente, cómodamente instalado en su universo eurocéntrico, fenómenos como Haruki Murakami o algún Nobel ocasional como Gao Xingjian o, incluso, V. S. Naipaul ya colman la ración mínima de autores remotos para hacer gala de una sana dieta intercultural1 . A la crítica, Murakami y Gao también le bastan: representan el «particular excepcional» digno de ser incluido en un canon universal que aspira a una apariencia plural y reluciente, supuestamente acorde con los nuevos tiempos.
Sea como fuere, China ya está aquí, también en lo literario. Y hay que celebrar que, por fin, resulte cada vez más difícil encontrar a algún autor chino contemporáneo de calidad que no tenga por lo menos uno de sus títulos traducido al castellano. Entre otros, tenemos a Yu Hua, probablemente el escritor chino actual con más talento2 . A Han Shaogong, el autor de una de las novelas más excepcionales de los últimos tiempos3 . A Mo Yan, el Faulkner chino, firme candidato a premio Nobel4 . A Wang Anyi, escritora versátil y ambiciosa que ha escrito mucho más que la gran novela sobre Shanghai5 . O a Su Tong, un narrador excelente, capaz de adentrarse con maestría en psicologías de lo más diversas6.
¿Se trata del fin de la gran muralla que había estado separando la literatura china de nuestro mundo literario? En cierto modo, sí, en caso de que atendamos al calibre de estos autores. No obstante, la buena noticia no deja de albergar también algunas sombras o matices. Todas estas obras más que notables nos llegan acompañadas de (y, algo aún peor, a menudo silenciadas por) un auténtico ejército de autores y obras de calidad menor o, cuando menos, dudosa. Para entender también la llegada de este pelotón más visible y ruidoso es esencial dar cuenta de dos procesos interrelacionados que se han producido recientemente dentro y fuera de la propia literatura china.
En primer lugar, las coordenadas impuestas en el mundo literario chino a lo largo de la década de 1990 han marcado su desarrollo hasta nuestros días. La auténtica mina de la creatividad literaria china se limitó a un período tan fértil como fugaz: la segunda mitad de los años ochenta, los de la conocida fiebre cultural. »

Marcos Taracido | 08/09/2011 | Artículos | Literatura

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