Mifune escribe la segunda parte de su serie sobre la crisis de los Festivales de Rock, que han dejado de ser un buen negocio para sus promotores. Festivales 2011: ¿se nos ha roto el juguete? (y II).
«La proliferación de macroeventos que comenté antes ha ayudado a que se devalúe el concepto de “festival de música”: de ser eventos exclusivos y con una personalidad marcada han pasado a ser casi franquicias con carteles idénticos que se repiten semana tras semana por todas las esquinas del país. ¿Cómo se ha llegado a eso de que siempre toquen los mismos? Por un lado, una inversión económica tan fuerte impone que haya que programar siempre un grupo conel tirón suficiente como para atraer a un mínimo de público. Y a día de hoy no parece que sean tantos los artistas asentados cuyo caché sea asumible por los festivales: ya he hablado del caso de Glastonbury, donde la contratación de Jay Z casi conduce a la organización a la bancarrota. Con los grupos pequeños parece que tampoco se quiere dejar demasiado margen para el riesgo o la innovación: mejor completar el cartel con bandas que ya tienen un nombre –que generalmente han conseguido por haber tocado ya en muchos festivales durante la temporada anterior- o con grupos que acompañan al cabeza de cartel durante toda la gira. Las apuestas personales o los caprichos de la organización el tipo de cosas que perfilaban el carácter de un festival han quedado reducidos a la mínima expresión.»