Juan Francisco Ferré, sobre la libertad que nos concedió Darwin con su teoría de la evolución: Darwin vs. Ratzinger.
«Al señalar que la vida comete errores y puede ser en sí misma un error, Darwin subraya la carencia de finalidad de los procesos naturales. Uno de los aspectos más impresionantes de la teoría evolutiva (y uno de los menos aceptables para la reaccionaria teoría del así llamado “diseño inteligente”, los antidarwinianos reciclados de nuestro tiempo) es esta idea de un proceso incontrolado que deleitaba a Darwin con su gratuidad y falta de trascendencia vital. Como dice Jeremy Campbell: “Donde Lamarck se detiene en la razonabilidad y confianza de la naturaleza, Darwin saborea sus excentricidades y desviaciones, incluso por momentos sus ridiculeces. Estaba en busca de lo marginal, de lo que funcionaba mal, para sostener su selección natural…He aquí la quintaesencia del darwinismo. Nada de creación especial, de adaptación perfecta, de sintonía dada entre la mente y el mundo”. En su visión, de un materialismo extremo, lo que garantiza la preservación de la vida no es un principio de ahorro sino de gasto y dilapidación, de derroche y exceso.»