Venga, va: me entero ahora de la existencia de un Manifiesto de Estética Cuántica (es de 1999, sí, así estoy de puesto al día), una serie de presupuestos artístico-literarios con la teoría cuántica de fondo. Juzguen ustedes, que por su parte René Acosta ya lo juzgó y no deja títere con cabeza: Crítica óntica a una estética cuántica. Diviértanse.
«En su libro titulado, precisamente, El cadáver de Balzac, este buen hombre que es Gregorio Morales, se lanza a sustentar una estética aposentado sobre analogías entre los términos de los verdaderos cuánticos como Eddington o Schrödinger, a una perorata seudo hermenéutica de la interpretación cuántica de la realidad y, como si no fuera suficiente, de la realidad-en-el-arte. Y ese es uno de los verdaderos dilemas del manifiesto cuyo diagnóstico genético ya hemos mencionado, pero para una mayor depuración, habría que concebir a este texto manifestante de una gran ingenuidad, como un zombie. Al menos la obra de Balzac prosigue viva por encima de su cadáver; mientras que la zombificación terca y necia, más que necesaria, de la estética cuántica española ha llevado paulatinamente a sus integrantes a desintegrarse cuánticamente. Y es que otro de los problemas irredimibles de esta pobre y, después de doce años, leprosa vanguardia, es la enumeración de principios morales más que estéticos, de manera que la estética cuántica es más una ética que una estética cuyo mayor problema ha sido responderse a sí misma en una óntica de ¿qué hace al arte cuántico, un arte cuántico?.»