Noel Ceballos hace un análisis de cómo el cine de terror más excesivo ha acabado filtrándose en los discursos del cine tradicional para crear propuestas complejas y aceptadas por público y crítica. Mutaciones del terror.
«Puede que no te hayas dado cuenta, pero al menos cuatro candidatas al Oscar a la Mejor Película en los últimos cinco años han sido, bajo cierto punto de vista, filmes de terror. United 93 (2006) no consiguió una mención en esa categoría, pero Paul Greengrass sí fue nominado a Mejor Director por su desasosegante exploración de la zona cero de nuestra Cultura del Terror. Y, bueno, de acuerdo: District 9 (2009) está más cerca de la ciencia-ficción, pero no deja de ser una nominada al Oscar con criaturas horribles por protagonistas. Este año, Danny Boyle y James Franco poco menos que legitimaron el gore dentro de la alta cultura con 127 horas (2010). Resulta interesante ver cómo Lisa Schwarzbaum, una de las críticas más influyentes de Estados Unidos, escribió una diatriba contra el horror gráfico (“basura vil”, lo llamó) y, tres años después, no tuvo problema en incluir 127 horas (una película que se aproxiamaba al gore con el efectismo de cualquier torture porn) en su top 10 anual.»