Henrique Lage lanza una crítica justa a los videojuegos indies que en busca de una supuesta profundidad y una relativa mayor carga artística descuidan el aspecto lúdico del resultado final. El propósito de Grey Story
«Intento indagar mucho en la web de Newgrounds y mantenerme al tanto de los juegos indie porque mantengo la esperanza de encontrar en ellos pequeñas joyas, esas piezas que no son macrofranquicias FPS llenas de interminables pasillos con marines espaciales luchando contra aliens. Y verdaderamente hay proyectos que sí merecen la atención. El problema es que, como ocurrió con el cine indie, las buenas y primerizas ideas cristalizan en imitadores de mala calidad, aprovechando esa etiqueta indie para justificarse. “Es que es arte”, escucho, “es un experimento y ya por eso vale más que los juegos clónicos de las empresas mainstream“. Ya, vale: también es muy aburrido. Ya hemos pasado por esto varias veces, tranquilos, lo que ocurre es que al descubrir que un juego podía ser algo más que una manera de matar el tiempo, que un juego podía transmitir y comunicar, ser un medio por sí mismo, llegar a la gente… se ha terminado por recurrir a la manera más básica de transmitir: escupirte una idea a la cara. Vale, podría llegar a apreciar algunos de ellos, pero son la forma más baja de crear un juego, son novelas visuales (me niego a llamarlas “interactivas”) que no utilizan los recursos de un videojuego como fin sino como un medio para contar algo normalmente obvio, para transmitir emociones muy simples. Es agotador el número de juegos indie que hablan sobre la soledad, sobre parejas, algunos tan vanos como “Air Pressure” y “Distance“; ya lo hemos pillado: estáis solos, programando en vuestras habitaciones para una web flash, no tenéis pareja y no salís a menudo. Ahora contadme algo que no sepa.»