Algo más que un mechero bonito es el repaso de Jorge Forno a la vida y actividad científica de Robert Wilhelm Bunsen, que pasó a la historia por perfeccionar un quemador de laboratorio pero que investigó otras muchas cosas interesantes.
«Bunsen había nacido en Göttingen, una ciudad de Westfalia que avanzado el siglo XIX se incorporó a la naciente Alemania unificada. La ciudad albergaba una universidad prestigiosa en la enseñanza de las ciencias, y había contado entre sus profesores al supermatemático y físico Carl Gauss. Allí, Bunsen hizo sus primeras armas en el estudio de la química. Una vez graduado se interesó especialmente por los óxidos metálicos y por los compuestos del arsénico. Algunos derivados arsenicales habían ganado popularidad por ser poderosos venenos, ampliamente utilizados para dirimir tenebrosamente cuestiones políticas y familiares. Bunsen comprobó que el óxido de hierro actuaba atrapando las partículas arsenicales, con lo que impedía algunas formas de envenenamiento. El mismo principio que hoy mantiene vigencia al ser propuesto para fabricar filtros que limpien ecológicamente aguas contaminadas con sustancias arsenicales.»