Catalina Holguín Jaramillo recupera la figura de Wilfred Owen y Siegfried Sassoon, los dos poetas ingleses que lucharon en la Primera Guerra Mundial y cuya obra sirvió para cambiar la perspectiva de lo que era ser un soldado en una guerra cruenta. ¿Esto es un hombre?.
«Entre 1914 y 1918 se libró en toda Europa una guerra que dejó un saldo de nueve millones de muertos, y cientos de miles de heridos. La Gran Guerra—así se le llamó antes de que estallara la Segunda Gran Guerra—trastocó el orden geopolítico pero también el orden doméstico. Mientras que muchas mujeres recibieron cartas anunciando la muerte de sus hijos, novios o esposos, muchas otras recibieron de vuelta a unos tipos que no se parecían en nada a los guerreros valerosos de los afiches de propaganda. Estos extraños soldados temblaban, lloraban y gritaban en medio de la noche. Los hombres afectados por la enfermedad nerviosa conocida como “shell-shock” (algo así como la conmoción del bombardeo) volvían de la guerra convertidos en un manojo de tics nerviosos y espasmos, como si fueran los dobles macabros de Charlie Chaplin o Buster Keaton.
Al final de la guerra, a 80.000 hombres en Inglaterra se les había diagnosticado shell-shock. La cantidad de casos hizo que el ejército ordenara un exhaustivo estudio de esta enfermedad. Muchos médicos militares creían que los hombres que sufrían estas crisis nerviosas y emocionales eran realmente unos gallinas afeminados que carecían de entrenamiento militar apropiado. Si no se había oído hablar de semejante desorden nervioso en guerras pasadas, decían algunos médicos, es porque antes a los cobardes y débiles se les castigaba como a los hombres, o sea, con la muerte. Como explica la historiadora Tracey Loughran, el “héroe militar” fue desplazado por su sombra más terrible, que era la del paciente deteriorado mentalmente, el veterano silencioso, el niño asustado. »