Partiendo de la premisa de que el placer sexual es una especie de caramelo utilizado por la naturaleza para buscar la reproducción… ¿no sería lógico pensar que, ante su uso alejado de ese origen, poco a poco desaparezca ese incentivo? A Javier Gomá Lanzón le alarma la idea: El dudoso porvenir del sexo placentero.
«El matrimonio cumple importantes funciones evolutivas. Con su habitual derroche, la naturaleza puso un inmenso placer en la unión sexual para asegurar la conservación de la especie. Ya se sabe que la naturaleza más que madre es madrastra pues no se preocupa por el bienestar individual del hombre sino que sólo estimula lo que conviene a la especie la reproducción en los días del apogeo biológico de la pareja y abandona al citado individuo a la vejez y la muerte una vez cumplida la misión evolutiva. Como el acto sexual está tan gratificado por la naturaleza, todo el mundo lo busca; pero como muchas veces se verifica su finalidad biológica y nace descendencia, la sociedad inventó el matrimonio como institución práctica para el cuidado de la prole en el tiempo en que ésta no puede valerse por sí misma. Esta era la idea, pero determinados acontecimientos han introducido algunas alteraciones en el esquema inicial.»