Como debe ser dado lo que cuenta, sobrecoge el Sr. Ausente cuando narra su proceso de descubrimiento y fascinación por el género de terror. Horror, ven a mí.
«Tengo seis años y he ido al cine con mi abuela paterna, algo de por sí siniestro y fuera de lo común. Una anomalía que jamás se repetirá; pero ahí estoy, en la negra sala junto a su negra presencia. Coros siniestros me envuelven como copos de nieve y los vampiros viajan en trineo. La muchacha pelirroja se baña pero soy incapaz de notar su sensualidad no sólo por la edad, también por la ventana del altillo, donde una mano despeja la vista a unos ojos inyectados en sangre. El vampiro desciende, flotando entre la nevada, y abre sus fauces, mostrando unos colmillos largos y feroces y tiro de las mangas de mi abuela y le imploro: yaya, sácame de aquí.»