Pues sí, efectivamente: El terrorismo no tiene solución. LO dice Jaume Corbet en un artículo muy jugoso y también polémico, en el que defiende la complejidad de fenómenos que solemos despachar con un simplismo que nos condena a la derrota.
««Es tan estrecha, dice Jünger, la conexión que hay entre el miedo y los peligros amenazadores (en este caso la violencia terrorista) que resulta muy difícil decir cuál de esos dos poderes es el que engendra al otro. El miedo es más importante; de ahí que haya que empezar por él si se quiere desatar el nudo. Es menester prevenir de lo contrario, es decir, del intento de comenzar por los peligros que nos amenazan. Si tratásemos de hacernos más peligrosos que aquellos a quienes tememos no contribuiríamos a la solución» (Jünger, 2002:67). Desatar el nudo que enlaza terror y terrorismo, ese es el reto planteado por Jünger y que Antonio Escohotado hizo suyo en su, premiada aunque no sé si debidamente reconocida, obra “El espíritu de la comedia”. En ella, sostiene Escohotado: «La escalada terrorista es un fenómeno esencial para la legitimación contemporánea de Leviatán que viene promovido directa e indirectamente por sus propios gestores. Apenas hemos empezado a disolver las nubes de humo que todavía ocultan esta evidencia» (Escohotado, 1991:43). Y esa es justamente la tarea la de aclarar lo oscurecido, democráticamente ineludible e inaplazable, en la que no sería sensato dejar sólo a Antonio Escohotado.»