Un hombre se excita con al visión del pie de la desconocida que se sienta a su lado en el avión. Así empieza Confianza, un cuento de Juan Villoro.
«Nunca antes me había cautivado un pie, al menos no de ese modo. Me acomodé en el asiento del avión, bajé la vista y sentí, de manera intensa e inconfundible, que los dedos bajo la trabilla de una sandalia reclamaban mi atención. Un pie leve, delicado. Mi excitación me sorprendió por varias razones: eran las seis de la mañana y la realidad se deslizaba ante mí como una deficiente película mexicana; estaba en el estrecho asiento de un avión (mido 1.94 y muy seguido me duele la espalda); no había visto la cara ni el resto del cuerpo de la mujer, y lo más importante y difícil de confesar: no me excito con facilidad.
Algo sucedió con ese pie. Me hizo sentir vivo de manera incómoda.
Saqué la carpeta que debía revisar y me refugié en sus gráficas.»