Este artículo sobre Calatrava me interesa sobre todo como paradigma de los nuevos arquitectos estrellas y de su utilización por parte de los políticos, las inauguraciones alcaldesas elevadas a mausoleo y gloria eterna: Calatrava, un arquitecto mediocre que sabe vender, de Romer.
«Aún habrá quien lo llame “estilo”, pero no nos engañemos, este tipo le cuela los mismos planos a todo quisqui y se queda tan pancho. Ley del mínimo esfuerzo. Yo me lo imagino en la barra de un bar, y llegar un alcalde/president/el-que-manda-allí, explicarle que quiere un edificio chulo para inaugurarlo por lo alto y a Calatrava, sin acabar de oir la explicación, coger un boli y una servilleta, dibujar un garabato (el mismo que pinta siempre) y entregárselo al prócer descojonándose por dentro, mientras el pobre primo se piensa que lleva entre manos una maravilla sin igual. Y encima le toca al político pagar las consumiciones…
Puente del Alamillo en Sevilla, puente de l’Assut de l’or en Valencia (más conocido como el “jamonero”), puente de la Mujer en Buenos Aires, puente en Jerusalén… sospechosamente parecidos…»