Zark escribe un excelente texto en el que reflexiona sobre la esencia misma del videojuego, la búsqueda de una satisfacción final —la victoria— y la anulación de la frustración en la nueva generación de juegos. O tal vez de jugadores. Quien no arriesga también gana.
«Este videojuego, como todos, tiene sus reglas. Jugar y ganar: acciones consecutivas, la segunda como resultado de la primera. Para ganar hay que seguir las reglas. Si decidiesen ahora mismo dejar de leer esta entrada no tendría repercusión en sus vidas: no habrían perdido nada salvo, quizá, algún detalle en el que no habían reparado antes, otro granito de conocimiento que contribuye a formarlos como personas de bien; de igual forma, abandonar un videojuego a la mitad por culpa de la dificultad de sus retos —cuando la consideramos demasiado elevada para la recompensa que otorga— no supone ningún castigo, no conlleva una penalización trasladada a nuestras vidas, simplemente no se obtiene esa satisfacción personal. En los videojuegos, como ocio que son, no existen obligaciones: son tan solo un medio de proponernos retos (unos que ni nos atreveríamos a enfrentar en la vida real) sin consecuencias negativas salvo, quizá, el no alcance de las recompensas que cada uno hubiese adquirido.»