Julio Valdeón Blanco recuerda a Sidney Lumet, uno de los mejores directores norteamericanos de todos los tiempos y al que ya echamos de menos muchísimo. Poeta sin ego.
«Debutó con 12 hombres sin piedad. En Sérpico retrató la mugre que llovía sobre Manhattan, la gusanera en la que se había transformado el departamento de policía. El mismo actor que diera vida al polizonte acorralado, el gran Al Pacino, repitió a sus órdenes en Tarde de perros, comedia trágica, tragicomedia humorística o teatral que entre las paredes de una sucursal bancaria reflexionaba sobre la traición, el miedo, los sueños machacados como cristales en la batidora, la violencia, la televisión y/o el rostro en negativo de América como improbable tierra de oportunidades. Hablando de mitos con biombo tramposo y estudios de televisión putrefactos hay que mencionar Network, quirúrgica visión del desdichado mundo de los platós y sus muñecos que no hacía sino prologar la era de telemierda que nos invade. Con 82 años, a una edad en la que los mitos del cine reciben homenajes pero nunca, jamás, un miserable dólar para seguir rodando, levantó el último de sus proyectos, la tremenda Antes que el diablo sepa que has muerto, cinta terrible, protagonizada por hermanos cabrones, repleta de crímenes cutres, joyerías empapadas de sangre inocente y familias limpiamente sodomizadas por la taladradora de la infame realidad. Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke y Albert Finney trabajaban a pleno rendimiento bajo la escrutadora, inteligente, elegante mirada del maestro.»