A partir de una anécdota ocurrida a un estudiante de arte en ARCO, Eduardo Momeñe reflexiona sobre la confusión en el arte y la propia condición artística moderna: Incidente en ARCO. [Ref.: @ahiebra]
«Vayamos al segundo caso, a Faye Dunaway y a René Russo, bellas e inteligentes, pero no artistas, ya que lo que pretendían era estropear el plan artístico de Thomas Crown. Mi Google Earth me llevó directamente a Oslo, ciudad a la que viajé con la intención de interesarme por Edvard Munch. El hecho es que los dos El grito de Munch, fueron robados de sus respectivos lugares de adopción, uno de ellos en la Galería Nacional de Oslo y el otro en el Museo Munch, también en Oslo. Me referiré al primero. Es un asunto interesante y que me lleva a recordar y a enredar en mis apuntes de mi peregrinaje por Europa. Escribí unas líneas sobre ello: “Es la mirada que se proyectó en la Galería Nacional de Oslo cuando en 1994 fue robado El Grito, de Edvard Munch. En los días siguientes a la pérdida hubo una afluencia excepcional de público para contemplar el lugar vacío que había dejado el cuadro. Algunos turistas japoneses rezaban por una próxima recuperación, pero sabían que estaban en el lugar exacto, en el momento decisivo, en un lugar de privilegio, en donde había ocurrido lo excepcional. Situación de lujo para un fotógrafo de ahora, al que le interesan mucho más las huellas que lo que las han producido. Las huellas que quedan, el silencio que queda tras el ruido del mundo.»