Qué bonito artículo de Rrose sobre la fascinación por el rinoceronte y su plasmación en el arte, como bestia casi mítica primero, en los bestiarios medievales y renacentistas, y siempre como uno de los animales más enigmáticos y sorprendentes: Pequeño Tratado de Rinocerontología.
«Se trataba en este caso de un monumento de aspecto casi pétreo, pero efímero. Al parecer, solo unos días antes de acometer la obra, Clara había perdido su cuerno, y es por eso que un cuidador o un domador lo sostiene en su mano derecha. El gesto parece insignificante, pero carga la escena de una atmósfera burlona y ligeramente cruel: el animal ha perdido la enseña más clara de su naturaleza salvaje, mientras los espectadores conservan el aditamento de sus máscaras, sus rígidas narices, e incluso de sus negros tricornios, como grotescos sayones complacidos ante un escarnio perfectamente consciente. Sin nombre, este rinoceronte no es más que un rinoceronte reducido y desarmado, conforme ya o paciente ante el periplo que aún le esperaba por media Europa hasta recalar en Londres, donde moriría en 1748 a la edad de veinte años.»