Silvia Hopenhayn en una especie de glosa-reconstrucción del contexto del Pedro Páramo de Rulfo: Pedro Páramo, el dictador de los muertos.
«os muertos cundieron. Según algunas estimaciones, llegaron a 250 mil, entre civiles de las fuerzas cristeras y el ejército mexicano. En Comala “pueblo que sabía a desdicha” todos habían muerto por distintos motivos: guerrilla, suicidios, crímenes pasionales, degüellos. Esos muertos cuentan la vida (¡son los únicos que la conocen cabalmente!) de manera fragmentaria, como si fueran fantasmas, almas que flotan y parlotean. En Comala, “todo parece estar como en espera de algo, casas vacías, puertas desportilladas, invadidas de yerba”. En vez de la descomposición orgánica, podríamos pensar que estamos en presencia de una descomposición narrativa. Según Juan Rulfo, trabajar con muertos le facilitó no tener que ubicarlos siempre en un mismo tiempo y lugar: le dio la posibilidad de verlos trasladarse en sus desapariciones.
La historia está compuesta por 70 fragmentos, muchos de los cuales pertenecen al relato en primera persona de Pedro Páramo. Otros provienen de su hijo Juan Preciado, que llega a Comala, supuestamente, para conocer a su padre, Pedro Páramo, porque le había prometido a su madre, doña Dolores, que lo haría en cuanto ella muriese. “No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio? El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”, le había dicho Dolores en el lecho de muerte.»