En España un político corrupto y mentiroso que sigue en su cargo (o incluso que se presenta a una reelección) es algo tan normal que está pasando desapercibido un caso de este estilo donde no es nada normal, en Alemania. Lo cuenta Otis B. Driftwood. Dos 23-F.
«Por otro lado, abre un tipo de política en Alemania que hasta ahora se había dado sólo muy esporádicamente y en parlamentos regionales (aunque, ciertamente, con casos que han escocido mucho), pero que ha saltado de la peor manera al federal. En España la conocemos demasiado bien: esa de “asumo mi responsabilidad, pero no dimito así me lo pida el Papa”. Los que me conocen lo saben, porque les aburro hablando de esto: ese tipo de actitudes, hasta hoy, eran prácticamente impensables a este lado de los Alpes; si un político la cagaba, incluso de manera leve, la dimisión o cese eran inmediatos y sus responsabilidades políticas daban inmediatamente paso a las penales si las había. En este caso, Guttenberg no sólo tiene el rostro pétreo de no dimitir, sino que además ha planteado el desafío de “a ver quién tiene huevos de echarme”. Lógicamente, sólo la canciller o la dirección de la CSU podrían conminarle a que lo dejara, pero —y he aquí el verdadero problema— no parece que vayan a hacerlo, al menos a corto plazo. Y eso es algo que puede corromper la idea política alemana de una forma que ni siquiera Frau Dr. Merkel es capaz de imaginarse: sentando un precedente muy peligroso, del que podrán colgarse otros impostores cuando se encuentren en situación similar.»