Dudé mucho sobre si anotar aquí este texto; es casi pornográfico en cuanto que el autor, Joselu, se desnuda totalmente (si es ficción, la impresión de realidad es absoluta) en lo que su profesión de profesor se refiere: es una carta a un alumno que le ha ofendido, y detrás de eso salen angustias y dudas tremendas, que compartimos muchos. Con la mano tendida.
«Me preocupa tu actitud y he de confesarte que me sentí herido y lo pasé muy mal. En público cuando soy objeto de un ataque personal me siento bloqueado y no soy hábil argumentando. Te ofrecí revisar el examen personalmente pero tú despreciaste esta posibilidad. La revisión del examen hubiera sido exhaustiva y hubiera estado abierta a modificar la nota. No sé si te elevé la voz, pero has de comprender mi nerviosismo ante el ataque combinado y tremendamente agresivo de cuatro miembros de la clase. Pienso que ninguno teníais razón, pero quizás no me supe explicar bien. Te ofrecí la posibilidad de un examen de recuperación pero tú desestimaste esta opción. No quiero suspenderte, no tengo interés en suspender a nadie. No me alegra suspender a nadie, pero pienso que mi profesionalidad me lleva a aquilatar el valor de un examen o un trabajo, y el tuyo no era bueno. Lo leí como diez veces, le di vueltas y desde luego no cumplía con unos mínimos. Tenía que suspenderte a pesar de que temía tu reacción que no se hizo esperar.»