Entrañable el obituario que le dedica Javier Candeira a su padre: Javier Pablo Candeira Fernández de Araoz, 1935-2011.
«Durante mucho tiempo sus peores enemigos fueron el orgullo y la obstinación, pero el tiempo acabó por limarle muchas de las aristas y resaltar sus mejores cualidades: su orgullo por su familia y amigos, y su lealtad obstinada hacia todos nosotros. Cuando murió Alicia, su aliada y nuestra madre, siguió visitando a sus suegros y sentándose en el salón con la abuela Julia, ya demente, dándole la mano para que el abuelo Álvaro tuviera un respiro. También siguió visitando a la tía Maruja cuando faltó el tío Carlos, y también la acompañó cuando fue poco a poco perdiendo el juicio. También hizo lo posible y un poco más por ayudar a sus sobrinos, los hijos de su hermano Miguel. O por su hijo, el otro Javier Candeira, en su –mi– paso por los ojos del Guadiana de la salud mental y financiera. Orgullo y obstinación. Se pueden tener mejores defectos, pero también peores cualidades.
Sus últimos diez años los vivió de prestado tras sobrevivir a un cáncer de faringe e informar alegremente a toda la famlia de que el diagnóstico del médico era “que se iba a morir” pero que “iba a morirse de otra cosa”.»