Joana Bonet habla de la sonrisa como elemento comunicador (o incomunicador, depende) y reflexiona sobre la enigmática sonrisa de la canciller alemana. Merkel y la Gioconda.
«Una sonrisa no siempre expresa alegría, ni tan siquiera exterioriza un sentimiento. Las sonrisas superficiales o interesadas inundan la iconografía social. También las de cortesía. Desde las buenas noches de la presentadora del telediario hasta el anuncio de publicidad de un dentífrico, el recibimiento del Rey a Artur Mas o el rostro casi siempre risueño de Messi, la sonrisa representa una especie de firma triunfal, además de un acercamiento al otro. Pero también es un mandato social que trasciende a la demostración de la felicidad e incluso al cinismo. En las páginas del periódico, y pese a las tragedias que lo inundan, a menudo las sonrisas superan los gestos de seriedad, crispación o dolor, empezando por la mayoría de las fotos de los articulistas. Pocos gestos tan sencillos como curvar la comisura de los labios logran de igual manera la proximidad o la distancia, la calidez y la banalidad. Pues tanto pesan las sonrisas verdaderas como las impostadas, las genuinas o las que forman parte de la cultura de la simulación en un hábitat que ha exaltado las relaciones públicas como antesala de cualquier negocio. »