Sostiene Jesús Gómez que en el acuerdo sobre las pensiones los sindicatos, una vez más, tragaron con un recorte social incumpliendo la labor para la que fueron creados. Estoy de acuerdo, pero, ¿hubiese apoyado la ciudadanía que está detrás de los sindicatos una medida de oposición radical al proyecto? Lo dudo mucho. Entre ellos.
«No es un problema de táctica, por así decirlo, sino de punto de partida. Se supone que el sindicalismo de clase defiende los intereses del conjunto de los trabajadores y tiene una estrategia general, no gremial, al respecto; pero a lo largo de estos años, la clase se ha ido convirtiendo poco a poco en el Estado, sin más. No se defienden los intereses del conjunto de los trabajadores: se defiende el marco del Estado, partiendo de la base de que son la misma cosa. Y no es así. De hecho, resulta particularmente cínico que, en circunstancias tan sometidas a la política nacional, se recuerde una y otra vez el carácter no político del sindicato, en el sentido de que ni puede ni debe suplantar a los partidos.
Carecemos de las organizaciones internacionales que necesitamos precisamente porque no tenemos un sindicalismo de clase, internacionalista por definición, sino un sindicalismo de Estado, nacionalista por definición.»