Nacho Vigalondo argumenta por qué películas de David Fincher aparentemente menos redondas que La red social, como Zodiac o Benjamin Button, son más osadas y menos complacientes: Hace un Fincher o dos.
«Es más más difícil encontrar precedentes de las estrategias que descubrimos en Zodiac. La película no sólo lidiaba con uno de los subgéneros más complicados que puede haber, el misterio sin solución, además cometía la osadía de representar al auténtico villano de la película, o sea, el tiempo que transcurre mientras la investigación no avanza en ninguna dirección, de la manera más literal: Tomando más tiempo del necesario. Las digresiones y derivas en La Red Social eran puro gozo, pero las de aquí forman parte de una jugada arriesgada: Zodiac es una película progresivamente lenta y desesperante.
Los asesinatos, retratados con todo el virtuosismo marca de la casa, se resuelven en el primer tercio de la película, las secuencias más rutilantes (el espléndido interrrogatorio en la fábrica) se acumulan en la primera mitad. A partir de ahí, la película se desacelera en exacta sincronía con los personajes, y los golpes de efecto se reducen prácticamente a las fechas sobreimpresas en la pantalla con cada elipsis, la constatación de la cantidad de años que vamos dejando atrás mientras la investigación no da un paso en ninguna dirección viable, mientras las subtramas mueren por agotamiento(1). Cuando las últimas secuencias plantean una posible resurrección del caso el efecto es asombroso: Sentimos con fuerza que la batalla del personaje de Jake Gyllenhaal ya trasciende la caza de un asesino, es la venganza contra un tiempo perdido cuyo peso entendemos a la perfección porque lo hemos sufrido. ¿Cuántas películas surgidas de un estudio de Hollywood se han atrevido a explotar el tedio como herramienta expresiva?»