Íñigo Sáenz de Ugarte deja algunas notas y apuntes sobre la revolución que está viviendo Túnez en estos momentos y que ocupa la primera página de todos los medios nacionales. Una rebelión en la calle, no en las pantallas.
Más allá de todas las dudas, lo que es indudable es que se trata de la primera rebelión popular que ha triunfado en Oriente Medio y el Magreb desde 1979, la zona del mundo en la que las tiranías se mantienen imperturbables y donde hasta en las repúblicas el poder se transmite de padre a hijo.
Siempre se ha dicho que todas las fuerzas liberalizadoras que han sacudido al planeta en los últimos 30 años no podrían echar raíces en el mundo árabe por distintos factores: el retraso tecnológico, una sociedad civil endeble, la influencia de la religión y el poder de los mecanismos represivos.
Ya tenemos un ejemplo diferente. Y uno que no está dominado por la religión. No ha habido una bandera del Islam bajo la que se han unido los manifestantes que han pedido la destitución de Ben Alí. No sería así en otros países. Pero en Túnez al menos hay un sentimiento laico de rechazo al autoritarismo el que ha estado en primera línea. También han participado fuerzas islamistas, pero eso no es algo llamativo en la medida de que son una parte más de la sociedad tunecina.