Juan Cruz glosa las cartas recién editadas de Cortázar para asegurar: Queremos tanto a Julio.
«Eran fechas decisivas; Julio Cortázar era ya el novelista de Rayuela, una novela que fue nuestro regocijo y que marcó su relación con miles de lectores, aunque no toda su obra posterior, que en algún momento decidió marcar con la impronta de sus compromisos. Aquel suceso cubano, se ve en las cartas, marcó su manera de relacionarse con la realidad latinoamericana, apostó por sus revoluciones y por sus guerras populares, y, sobre todo, a favor de la Revolución sandinista. En la correspondencia que tiene con Mario Muchnik, su editor, y con otros amigos de la época, está claro que quiere luchar por Nicaragua, como símbolo de su compromiso con el continente del que partió un día para ser el escritor que ya era. Le dolían entonces, y le dolerían aún más luego, los lugares comunes que se lanzaron en Argentina (sobre todo en la Argentina de los militares) sobre su supuesta lejanía civil de los problemas que acaecían en su país y en otros sitios de aquel continente; que Francia (François Mitterrand) le concediera el pasaporte francés, después de tantos años en ese suelo, fue tachado allí como una traición, y Cortázar vivió esa denuncia como una de las heridas difíciles de su existencia.»