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Rubalcaba, sin preguntas

En este caso se refiere al vicepresidente del gobierno, pero de lo que habla Juan Varela
es de un mal incrustado en el funcionamiento de las relaciones políticos-prensa: las dichosas ruedas de prensa sin preguntas, que es algo que cualquier medio digno se negaría a cubrir. Rubalcaba, sin preguntas.

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Juan Varela

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Rubalcaba, sin preguntas

10/01/2011 | 21:17 h.

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Sin preguntas. Ante el terrorismo, declaraciones. Los encapuchados de ETA volvieron a hacer anuncios con su democracia de las armas, la que no escucha ni a los ciudadanos, ni a las víctimas, ni a los votos. Alfredo Pérez Rubalcaba ha respondido a los terroristas sin aceptar preguntas de los informadores, como también ha hecho el lendakari Patxi López. Los etarras tienen su primera respuesta, los ciudadanos seguramente se habrán quedado con ganas de que su gobierno se explique mejor. El silencio no es autoridad ni claridad, sólo falta de responsabilidad y transparencia.

Rubalcaba se superó. No admitió preguntas de los periodistas, pero él mismo se interpeló cuatro veces. Portavoz y reportero al tiempo. Puesto a acumular cargos, funciones y poder, el vicepresidente primero se pregunta y responde. No necesita ni quiere atender más. Discreción frente a la banda, pensarán algunos, para otros un ejemplo de práctica antidemocrática y soberbia. No con los periodistas, sino con los ciudadanos, titulares del derecho a la información.

El silencio de los políticos ante la prensa es ya una costumbre. Para asuntos delicados o intrascendentes. Aumenta porque quienes los servidores públicos olvidan a menudo esa responsabilidad por sus intereses personales y partidistas. Celebran sólo la democracia escénica de la televisión en la seguridad de que los medios recogerán pese a todo sus palabras. Cuando un político no contesta las preguntas de los periodistas está tapando la boca de los ciudadanos y devaluando la democracia.

En el muro de silencio levantado a menudo en la vida pública se confunde la protección de las personas, de la seguridad o de sus derechos, con la responsabilidad del político. Un abuso de poder y una fuente de desinformación y manipulación.

Un político o un responsable público puede callar y debería poder confesar sin vergüenza que no tiene una respuesta. Lo que no puede hacer es manipular. Cuando se autoformulan preguntas retóricas como ¿está usted más tranquilo?, ¿es el final?, ¿es lo que la sociedad española espera? o ¿ésta es una mala noticia? se impone la propaganda.»

Alberto Haj-Saleh | 12/01/2011 | Artículos | Medios de Comunicación

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