Sergio Ramírez centra el fenómeno Wikileaks en la curiosidad, y no estoy seguro de que su intención con ello sea minimizarlo. El caso es que pide, como nos gustaría a todos, que se levanten otras alfombras, como las del gobierno ruso, el chino y, pido yo, el Vaticano: El banquete de los curiosos.
«La modernidad de los tiempos facilita al diablo cojuelo satisfacer nuestra innata curiosidad, más grande en lo que se refiere a los entresijos del poder y sus vicios que en lo que hace a la vida privada del vecino a quien su mujer le pone los cuernos. Assange tiene en su poder 250.000 despachos secuestrados de los archivos del Departamento de Estado, pero se trata de archivos electrónicos, que caben en un simple disco de los que sirven para grabar música; la documentación, mucho más abundante, acerca de la guerra de Irak, llegó a sus manos a través de un soldado raso del ejército de Estados Unidos llamado Bradley Manning, quien la copió de una computadora de acceso restringido en un disco de la cantante pop Lady Gaga, previamente borrado, mientras tarareaba “Teléfono”, una de las canciones del disco. Cosa de minutos, asunto de un simple clic.»