Entrevista de Rubén Lardín a Javier Pérez Andujar en torno a su novela Todo lo que se llevó el diablo, estupenda, de esas que descubren un autor e inoculan ganas de leerlo: Javier Pérez Andujar.
«*Te dice un personaje que leer poesía es como darse aire con un paipai en el culo; pero para hacer buena prosa hay que leer poesía, ¿no?*
Hay una corriente de prosa que viene de la lectura de la poesía. Para mí lo importante es leerlo todo, los poetas de todos los tiempos y de todas las lenguas, las enciclopedias familiares de tercera categoría y los anuncios por palabras. Eso, en cuanto a sintaxis. En cuanto a estructura, la novela se apoya, claro, en la novela, y en el cine, y en los sueños. La poesía no salva al prosista. Es más, creo que hay un momento en que hay que luchar contra su presencia.
Insistes en disolver esa oposición entre alta y baja cultura. En uno de los microensayos que deslizas en la novela se determina que Freud y Marx vienen de Verne. “Estoy antes con Fu-Manchú que con los mandarines de la cultura”, se dice también por ahí, que es algo como para estamparse una camiseta.
Claro, suena a lema; pero lo puse de todo corazón. En ese contexto, en el de la oposición alta/baja cultura, Fu-Manchú es un perdedor. Por otro lado, no quiero decir del todo que Freud y Marx vengan de Verne, sino que los tres están hablando de lo mismo, de submarinismo, de profundidades de la conciencia y de infraestructuras de la economía y de la historia. El XIX fue un siglo submarino, lleno de monstruos. Aquella gente venía directamente del centro de la tierra. El XX ha sido la lava que escupió el XIX. Lava ardiente, catastrófica, lava mundial de guerra mundial. El XXI ha empezado con las cenizas que quedaron de las erupciones. Torres hechas cenizas.»